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Barro a Secas: Iruya

Monday, March 20, 2006

Iruya


Las callecitas de Iruya no tienen nada especial, es difícil fijarse en ellas cuando el entorno es así de impresionante. Impresionan las quebradas y las altiplanicies, los cerros de colores (esto no tienen nada que envidiarle, más bien al contrario, al paisaje de Alberta en Canadá que se ve en Brokeback Mountain) y el río, que ahora es minúsculo pero lo imagino amenazante.

Por altavoces de comunica a los habitantes del pueblo que debido a la escasez de agua potable se suspeden las clases por hoy y mañana. Los pibes de Iruya, que no son pocos, juegan a la pelota, los turistas, que tampoco escasean, damos vueltas y vueltas y vueltas en el aire.

Hasta que cansados por los 4.000 metros de altura y la falta de oxígeno (esto es territorio de puna) todos terminamos sentados en la plaza, frente a la iglesia con su tejado azul, haciendo amago de siesta, imitando a los perros vagos.

Dos burros atraviesan la plaza a ritmo de burro mientras a mi lado un turista parecido a Damon Albarn lee La Casa de los espíritus en francés.

Tres crías de gato agonizan en una callejuela, uno se agita camino de la sombra, yo paso de largo pretendiendo no haberlos visto. Lo bucólico convive con lo espeluznante, todo aquí parece tan natural como estático. Aquí no tendría que preocuparme por conseguir trabajo, aquí basta con que llegue el camión agua y todos los niños felices con sus botellas llenas vuelven a sus casas a ver Direct TV.

Si uno cierra los ojos y guarda silencio, casi que puede escuchar un poco de todas las conversaciones que tienen lugar en Iruya.

Se escucha incluso el mp3 de una española, que dice "Talk is cheap, I've heard it all before and I can't take it anymore".

Madonna en Iruya, donde las chicas si son guapas y los niños te miran con los ojos grandes mientras les corre la baba sobre su chaleco de Mickey Mouse.

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