Salir a matar gente
"express yourself, don't repress yourself"
A riesgo de parecerme a esos esotéricos mula que le comen el coco a nuestros abuelos una vez jubilados, no me queda más que aceptar que Santiago tiene una energía siniestra.
Antes no me daba cuenta, tal vez porque no había viajado a otras metrópolis. Es cierto que uno se acostumbra a todo, es cierto lo de la ceguera situacional. Por eso antes no me daba cuenta de que todos caminan aquí encorvados, rehuyendo miradas, veloces, supuestamente industriosos como las hormigas, pero nada aquí se parece a esos majestuosos hormigueros de Angola. Somos hormigas que no nos reconocemos las unas a las otras, que nos negamos a aceptar que somos parte del mismo organismo. Por eso Santiago no es una ciudad, es un tumor.
Hoy salí a retirar papeles, certificados de antecedentes varios. Era un día post tormenta, con árboles caídos y hojas secas insertadas en las maletas de los autos.
Tal vez ese disturbio atmosférico fue el que me llegó de rebote, ideas confusas y mal intencionadas. Voces que me decían, "no tienes trabajo", "no tienes pololo", "no vales nada", "eres un holgazán", "clasista", "roto picante", "trepador". Vaya que echaba de menos a los turistas, sí a esos japoneses con sus cámaras entorpeciendo el tráfico y obligandome a detenerme y contemplar a mi ciudad con otros ojos, ojos de maravilla. Pero no hay turistas japoneses, veo a una pareja de rubios altos con mochilas de montañista, ellos saben mejor que uno, y se apresuran en huir de Santiago "no hay mucho que ver, no hay museos ni arquitectura ni vistas panorámicas, sube al San Cristóbal y sácale una foto a la nube de smog mientras te tomas un pisco sour, y luego te vienes a Torres del Paine, que aquí está lo bueno".
Poco a poco y casi sin darme cuenta por donde, me voy inundando de rabia, veo las portadas de los diarios, que no ayudan. Voy a la biblioteca de mi universidad a preguntar si acaso puedo consultar ahí los textos de la bibliografía para el examen de la Academia. Me dicen que debo pagar dos mil pesos por ingresar.
Minucias tal vez, pero el caso es que yo camino y camino y con cada paso que doy me siento con menos poder, estoy en mi país y me siento un indeseable. En Europa fui turista y bien, pude haber sido inmigrante ilegal y piola (conocí varios muy simpátic@s), pude incluso haber sido un retornado en Italia, y eso ya es otra cosa.
Pero me digo que está mal, que está muy mal comparar inviernos tercermundistas con veranos G8.
Acá no hay golondrinas, pero sí puedo ver como una nube de nos y nos y más nos descienden sobre mi cabeza cual mosquitos infecciosos. Quisiera trabajar, quisiera enamorarme, quisiera poder sentirme persona, pero no, no, no.
Y me odio por haber estudiado periodismo y no ser capaz de conseguir un trabajo como tal, me odio porque la universidad no fue precisamente gratis, me odio por tener 27 años y vivir con mis padres y depender de ellos para todo. Me odio por razones y por sinrazones, me odio porque es fácil odiarme y odiarme me da calor y afuera hace frío.
Y agarro firme mi paraguas, pienso que el odio a uno mismo no es sano, que debería redirigirlo. Y me dedico a imaginar que mi paraguas es un estilete, un anticucho en el que ensarto a cada uno de estos peatones malhumorados tan metidos en sus mundos grises, para qué?, no me vengan con que lo hace por mantener a su familia, si es claro que este viejo le pega a sus hijos y engaña a la señora. Estoy con mis lentes de malpensar. Y doy estocada tras estocada, me siento vital con esa manía homicida. Tanta gente que debería morirse de una puta vez, tantos viejos especuladores, tantos jefes retrógrados que deberían jubilarse o irse a joder a otra parte, a una ciudad pequeña y rancia que se ajuste a sus mentes pequeñas y rancias.
Pienso que de alguna forma somos todos asesinos. Que cada vez que bloqueamos a alguien en messenger, cada vez que maldecimos lo largo de la cola del banco, o el taco en la autopista, los testigos de jehová en la puerta. Qué diferencia hay entre desear que alguién no esté y efectivamente desaparecerlo? Un simple asunto de sangre en las manos? Me parece trivial.
Energía, energía diabólica de esta ciudad que absorbo como trapo de huaipe.
Tal vez sea un tema evolutivo, tal vez Santiago esté viviendo como Londres la vivió su época de Jack el Destripador. Londres, extraño la energía dinámica de Londres. La energía espléndida de Paris, incluso la energía caótica y devota de Roma.
La guinda sobre la torta de mis disgustos se sube a mi micro, un trabajador cesante pide dinero para su olla común, dice que los despidieron a todos, que ganaban 85 lucas y ahora ganan cero. Y me da rabia contra él también, me da rabia que esté ahí lucrando de nuestra lástima ("no es fácil para mí hacer esto"). Si estaba ganando menos del sueldo mínimo debería ir con sus demandas al ministerio del Trabajo, no a los pasajeros de El Montijo Las Parcelas. Que alegue donde corresponde alegar, que al final de tanto pedigüeño nos olvidamos que algunas peticiones son necesarias y no son un truco. Por qué tienen que hablar todos tan parecido, como saliendo de una escuela de locución para mendigantes. No te doy nada, no cachai que ando en micro, que la micro subió 10 pesos, no me conmueve que tengas hijos que alimentar, imbécil que no usaste condón y dejaste embarazada a una mina a quien no querías y ahora los pendejos están haciendo piruetas en Presidente Riesco con Américo Vespucio. Y por ahí llego al odio a la Iglesia y a las políticas sociales y a la manera en que cada uno de nosotros vivimos nuestras vidas, culpando a los demás y sin hacer jamás un verdadero esfuerzo.
Extraño a los inmigrantes paquistaníes, tan trabajadores ellos, en Chile no hay inmigrantes pero está fuera de discusión el que uno trabaje de conserje, recolector de basura, barrendero. Para eso fuiste a la universidad, para eso me sacrifiqué todos estos años. Tu familia se cambió de Estación Central a Las Condes, retroceder nunca. Rendirse..
Este no es un post que busque comentarios.
Este no es más que un vómito en la escalera después de una noche de malos tragos mezclados.
Esta es simplemente una vulgar puteada.
Si estuviéramos en la Edad Media y esta tarde junto al edificio del ayuntamiento fuera a tener lugar una ejecución pública, tal vez iría a regodearme.
Este post no busca un diagnóstico.
Es sólo que me siento acorralado, que no he comido bien, que no sé a donde me llevan.
Es sólo que solía pensar que era dueño de mi destino. Es sólo que escribir esto se me antoja muy adolescente, y quiero ser adolescente, porque quisiera ser adulto pero no sé cómo, y se me ocurre que tal vez debo desandar los pasos y ver en qué me equivoqué.
Me contentaría con una sóla conexión humana, veo a una abuelita que se acerca y esbozo una sonrisa amistosa, pero la señora me rehuye la mirada sospechosa y luego no vuelve a levantar sus ojos del suelo.
En Turín y en Londres una sonrisa como esta me significó que me invitaran a tomar el té. La dura.
Y si, de más que eran viejos verdes que querían puro tirar conmigo. Viejos benditos, que aún ven a sus semejantes como semejantes.
Mierda, tengo la cabeza llena de mierda, y es que este post tampoco pretendía llegar a ninguna parte.
4 Comments:
Yo sé que este post no busca comentarios (ni mis comentarios buscan ser tentados), pero me siento irremediablemente identificado con ese arrebato tuyo.
Definitivamente: me gusta cuanto te pones oscuro (muy Vallejo en "La virgen de los sicarios", por cierto).
Después igual sale el sol. Tu post me recordó lo que decía uno de los gurues de mi profesión, que el progreso siempre se origina en lugares fríos y oscuros...
Uyuyuy!!!! Cómo es que aún no te han tapado con comentarios diciendo lo "insensible y mal agradecido" que eres??!!
Un beso,
xxx
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